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viernes, 29 de enero de 2016

Viejo taburete de madera, convertido en macetero




Con la llegada hace unos meses, de Valentino, mi otro pequeño galgo, tuve que tratar de alejar de su alcance, todas las plantas del salón. Un cachorro lo muerde todo y las plantas, parecen ser una de sus cosas favoritas, para destruir. Y como algunas estaban en el suelo o cerca de él, había que tomar medidas urgentes. Además del destrozo, existe el riesgo de la toxicidad de algunas plantas, por lo que es una tarea imprescindible.

Un cachorro es destructivo, pues es eso, un cachorro y muy inocente. Valentino es especialista en destrozar zapatillas, gafas (he perdido ya la cuenta de cuantas gafas se ha cargado) y demás cosas masticables, como chanclas, que le encantan. Ya conté, creo, lo de la ingesta de alfileres, cuando destrozó aquel acerico. O lo de los calcetines que se tragó. Nunca sabes que será lo siguiente.






Tenía arrinconado, como un trasto más, un viejo taburete recogido de la calle y pensé que era una solución para elevar una gran maceta con un tronco que me encontré también tirado en la calle, de una yucca, del que empezaban a  brotar hojas.

Soy consciente de que tengo unos gustos peculiares y me obsesionan ciertos colores y motivos ornamentales, por lo que no iba a dejar ese taburete de madera tal cual. Sería una gran insensatez, por lo que comencé a pintarlo de rojo chino, después de limpiarlo y lijarlo. Ignoren ustedes el desorden de la mesa, por favor. Creo que ahora que lo he mencionado, todo el mundo reparará en ello.







Entonces, decidí decorar la parte superior, con manchas de leopardo, que es otra obsesión. El pimer paso, pintarlo con un amarillo oscuro y una zona blanca. Luego, comencé a pintarle las manchas en marrón y negro. Pinté de oro los bordes de las dos piezas circulares y lo barnicé.







Lo coloqué en su lugar y lo observé y lo observé, durante un rato, pensando que necesitaba algo más.







Imprimí unas rosas rojas y las pegué en el centro de la parte superior. Es lo que necesitaba. Volví a barnizar.






¡Mucho mejor!


Y la maceta, ya en su sitio, pero como era de imaginar, no a salvo de Valentino, pues posa sus patas sobre ella y llega perfectamente. Aunque estando más alta, la ignora más.





Y es que Valentino ya ha cumplido 8 meses y está tan ato como Lolita, aunque menos robusto que la ancianita.