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martes, 6 de agosto de 2013

Galería de Macedonio para una cortina, un alzapaños y un hermano cabrón.



Si hay algo que me guste, es una cortina de terciopelo 
o damasco, recogida con un bonito alzapaños.



Es complicado vivir en comunidad y con un hermano cabrón, también. En el tercer piso de mi edificio, hasta hace poco, vivía Macedonio. Le conocía de toda la vida. Su mujer, Fuencisla, de nombre casi tan rotundo como él, siempre se ha peinado con el mismo moño cardado de los 60. Fuencisla murió hace como un año y él, que se quedó solo, pues no tenían hijos, se ha ido a una residencia. Macedonio es un señor de aspecto pulcro y atildado, alto y delgado. Una amiga que también es vecina, le llamaba "El Reagan", pero es que ella le pone apodos a todos los vecinos. "El cura repiso", es uno al que tenemos especial manía y motivos no nos faltan. "Los gorrinillos" son una familia, en la que todos son bajitos, regordetes y de piel sonrosada.




(¡Atención al cuadro de la pared!
Si eso no es humor negro...)


A otro vecino que lleva un trasplante de pelo, de esos como de muñeca Nancy y al que parece ser, es fácil escuchar sus orgasmos, le llama "El acerico ardiente". Luego están "El acelga", "La verde-marrón", "La cazallera", "La ministeril"... Me prometió que a mi hermano y a mí, solo nos llama "Los chicos", pues yo me temía lo peor. Tendré que creerla.

Macedonio o "El Reagan", a sus más de 90 años, caminaba, hasta hace poco, con una soltura, gracia y estilo, que para mí los quisiera. Decía, como algo de lo más natural, que no tenía ningún tipo de dolor en las piernas. Yo, que padezco reuma desde niño, no podía más que admirarle y también indignarme. Si nos encontrábamos en el portal y yo iba con las galgas, siempre le cedía el ascensor a él. Y Macedonio, actuaba como si eso, fuera lo más normal. Si me encontraba en el patio, con las galgas, y le veía venir, yo, con mi reuma, corría a abrirle el portal, pues él se liaba con la llave. Un día, le debí de pillar de mala hostia, pues al salir yo del ascensor, con mis galgas, me gritó que los perros debían subir andando por las escaleras y no en el ascensor, por que olían mal. Yo, por supuesto, me indigné y le dije que mis galgas huelen mejor que algunos vecinos, por no decir todos. Por si alguien no lo sabe, los galgos huelen deliciosamente.



Tallulah y Lolita


¿Como van a oler mal, con ese aspecto?



Desde entonce, Macedonio o "El Reagan", cuando se cruzaba conmigo me saludaba tímidamente. Un día me preguntó que si me había sentado mal lo que me dijo de los perros y le dije que por supuesto que sí. Además, que me había parecido muy injusto. Ellas huelen bien y con mis piernas, si tuviera que subir andando cuatro veces al día, los cinco pisos hasta mi casa, estaría jodido.

El caso es que al irse este señor a la residencia, su piso ha sido comprado por un matrimonio y lo están reformando completamente. Da pena. Un día, junto al portal, en la calle, en el contenedor de escombros de la obra del piso de Macedonio, colocada como con cuidado, en lo alto del todo, como la guinda en un pastel y como si llevara una nota que dijera: "Para Alberto", me encontré una antigua galería de madera para una cortina. Era sencilla y bonita, pero pintada de un tono gris, mate, casi negro, que no comprendí.




Parecía como si hubiera pertenecido a los Addams.



Como cuando compramos el sofá Chester, cuya odisea ya narré, quitamos la puerta del salón para hacerle entrar y nunca más la volvimos a colocar, pues nunca, nunca la cerrábamos, yo me había empeñado en poner una bonita cortina recogida con un alzapaños. Hace más de tres años que compré la tela y el galón con borlas para esa cortina, pero Oliver, mi hermano, no encontraba el momento de coserla. Yo soy negado con la costura. Además, la máquina de coser de mi madre, no cose desde hace tiempo y como es tan antigua como bonita, la conservamos aunque no de una puntada. Oliver, compró una barata en LIDL y el otro día, después de ojear ligeramente las instrucciones, se puso a coser trapos para practicar. Colocó la máquina de coser sobre la cama y como si fuera Colette, pero con costura, y galgas y Margarito, en lugar de gatos, cosió la cortina en la cama.



Yo, mientras, pinté de oro la galería.

Primero la lije y le pegué una pequeña moldura.



Ya pintada de oro y siendo admirada por Margarito.




Entonces, le di una mano de betún de Judea.




Y la froté con un trapo, abrillantandola.




Me gusta conservar los defectos o desperfectos de estas cosas antiguas, 
para desesperación de mi hermano, 
que la dejaría restaurada y como recién fabricada.



Cuando compré la tela para la cortina, también necesitaba un alzapaños para recogerla, encontré uno con una enorme borla de oferta y que parecía hecho para la tela que elegí.






Mi hermano, Oliver el cabrón, cuando vio el alzapaños...

Él: "¿¡Estás loco!?"

YO: "¿Por qué? ¿No te gusta?"

ÉL: ¿No tienes medida?

YO: ¿Por qué?

ÉL: "¡Por que ese alzapaños es como para La Traviata, o para un salón literario decimonónico, no para la casa de uno!"

Yo: "Si algo parece como para La Traviata, es perfecto para mi casa. Y si es como para un salón literario, es que es para personas de espíritu elevado. Además, no le falta un detalle. Tiene borla con flecos, cuentas, plumas y un remate-moldura dorado. ¡Es perfecto!"

ÉL: "¡Sí! ¡Perfecto para la Traviata!"

Cada vez que, ahora que la cortina está colgada en la galería, Oliver el cabrón, pasa y ve el alzapaños, se vuelve a repetir todo el diálogo de arriba. ¡Cada vez! Y es que uno no debería añadir estilo donde no lo saben apreciar. Lo último que yo necesito en esta vida, es un alzapaños sencillo, aburrido y sin personalidad.

¡Ya quisiera yo que mi salón se pareciera a esto!






¡El delirio!



Hace unos días, buscaba yo en Ebay una carcasa o funda o como se llame, para mi móvil y le enseñé a mi hermano una que me había fascinado, aunque por supuesto, no pensaba comprar. Esta:


¡No le falta un detalle! ¡Ni un brillo!



Él, cuando la vio, pensando que sí la iba a comprar, me llamó eso tan feo que solo tiene gracia cuando Mario Vaquerizo se lo llama a sí mismo, aunque insista que lo parece pero no lo es y que yo se lo llamo a Margarito, cuando en la calle descubro que si su meada es tan breve, es por que se ha hecho pis en la alfombra del salón. Pero no le puedes culpar, cuando al probrecillo no le sacaban a la calle...  Vale más él, que la pulcritud de cualquier alfombra.




¿O no?



Bueno, que tiendo a divagar... al final, me compré una carcasa, o como se llame, imitando aluminio y cuyo color me causa desmayos.




Podría mirar esto durante horas.

Aunque sentí una enorme decepción cuando lo recibí 
y lo vi en mis manos, pues ni de lejos es tan bonita 
 como en la foto.


Y es que a mí, el color magenta, siempre me causa impresión. Incluso, por supuesto, esta Magenta.






Me hace feliz haber salvado esa galería del contenedor de escombros, haberla cubierto de oro, en lugar de ese tono triste y apagado, de gris negruzco y haberla colocado en casa, permitiendola lucirse llena de dignidad, con su cortina y su alzapaños, aunque haya quien piense que no tengo medida. Más vale excederse que quedarse corto y además, siempre he pensado que más es más, punto.




 Luis XIV habría apreciado mi alzapaños.



Ahora, me angustia pensar que cuando yo esté en una residencia, para lo cual, falta menos de lo que pueda parecer, esa galería, la cortina y ese tan espectacular como incomprendido alzapaños, acabarán tirados en la calle, sin que nadie los salve. Esta vida da mucho miedo.